¿Por qué Restaurar?
Restaurar para conservar


¿Por qué Restaurar?
Comenzaré la primera entrada del blog de Restauremos como una declaración de principios y la razón de ser de esta iniciativa. Esto será un pequeño viaje de mi experiencia subjetiva de cómo terminé inmerso en el mundo de la restauración, la problemática que me mueve y una posible respuesta sobre como abordarlo.
Del desierto inhóspito al verde
Los contrastes entre los lugares donde he vivido son un reflejo del camino que pretendo transitar. Nací en uno de los lugares más áridos del planeta, en las playas del desierto de Atacama, donde las rocas desnudas tocan el mar y cuya desnudez es casi invariable hasta alcanzar la nieve de los volcanes andinos. Cualquier viaje a Santiago (para mi, “el sur”) era como visitar otro planeta. Luego, me tocó vivir durante unos años en el midwest de Estados Unidos, donde pude experimentar cuatro estaciones extremadamente marcadas y observar un dinamismo en los seres vivos que jamás me imaginé: Árboles tapados de nieve invernal; flores, germinación, e insectos de primavera; un verano intensamente verde y luego un mar de hojas de tonos rojizos y cafés en otoño.
Creo que el volver después al paisaje y clima monótono del desierto me generó una obsesión con la meteorología y las ganas de enverdecer la tierra (ignorando eso sí, que existen ecosistemas únicos y muy biodiversos en el norte de Chile). Tanto así que, en cada viaje “al sur”, cruzaba los dedos para poder volver a ver llover. Finalmente, por estudios terminé viviendo en Santiago, esperando también, reencontrarme con el verde y la lluvia.
A plantar árboles
Por esta inquietud, me fui involucrando en las reforestaciones y fui tomando iniciativas amateurs, como plantar quillayes en una ladera de exposición norte, donde tiene cero posibilidades de establecerse. Y claro, lo que me movía era el reverdecer el desierto, pero algo faltaba No me hacía sentido, por ejemplo, que tuviésemos que plantar y regar árboles nuevos en un lugar donde naturalmente debiesen crecer con las lluvias invernales. Además, según la climatología, las precipitaciones de estos últimos años no han sido tan distintas a otros años de décadas anteriores. La diferencia es que han faltado años excepcionalmente lluviosos que mantienen un promedio mayor.
No es solo la sequía
¿Dependerá la regeneración exclusivamente de años extraordinariamente húmedos? Probablemente, una gran parte. Sin embargo, existen otras presiones que lo impiden, como la presencia de especies invasoras, incendios y la degradación histórica de los suelos. ¿Será que hemos dañado tanto nuestro entorno, que el cambio climático es solo leña adicional a un fuego que lleva cientos de años arrasando? A continuación, un poco de historia:
Una historia de degradación
Desde el tiempo de la colonia, abastecíamos de alimento y maderas al virreinato del Perú durante un tiempo que los bosques parecían infinitos. Luego, desde la independencia hasta la década de 1940 fueron arrasadas 15 millones de hectáreas, de un total inicial de 24 millones de bosque nativo, según Hugo Trivelli, ministro de agricultura de la época. Por lo tanto, El siglo XIX vio una destrucción total de estos bosques como insumo para la minería, leña, madera y el roce a fuego, con el fin de generar espacios para la agricultura. El bosque depredado fue cediendo a plantaciones de trigo, cuya abundante producción inicial fue disminuyendo paulatinamente por prácticas insostenibles, hasta provocar la pérdida total de suelo fértil por erosión. La erosión fue de tal nivel que terminó sedimentando y embancando ríos como el Maule y el Biobío, que alguna vez fueron navegables. Finalmente, las plantaciones de especies exóticas mediante monocultivos de pino y eucaliptus han terminado de moldear recientemente los paisajes de la zona central a lo que vemos hoy en día. Este es el gran daño histórico que cargan los suelos chilenos.
Y no llegó la lluvia
Desafortunadamente, mi llegada a la capital el año 2011 coincidió con el inicio de la mega sequía y nunca dimensioné lo que estaba por venir. Con el tiempo, me fui encantando con los cerros capitalinos y la naturaleza local, a tal nivel que me fui aprendiendo de memoria los senderos y la flora del entorno. Sin embargo, he sido testigo de cada árbol que se ha secado en los últimos años y lo peor, de la ausencia absoluta de árboles nuevos en este ecosistema: una regeneración inexistente. ¿Se imaginan como sería si durante más de una década, solo murieran personas y no naciera ninguna?




Una luz de esperanza
Estoy convencido de que, asistiendo de forma inteligente y activa a la restauración ecológica, un proceso natural y de largo plazo, podemos recuperar suelos y ecosistemas de forma sostenible y que podrán ser más resilientes ante el cambio climático. En particular, veo con mucho potencial para la restauración, una situación que no se ha visto con buenos ojos desde el punto de vista medioambiental: me refiero al boom de parcelaciones que hubo en los últimos años. No debemos generalizar, no veo ningún beneficio para la naturaleza que existan parcelaciones en lugares prístinos de la Patagonia, por ejemplo. Pero pudiese ser que, en un predio de la zona central con un historial de siglos de degradación, sea posible que vuelva a existir un bosque esclerófilo, si el dueño lo valora. Se abre la puerta, entonces, a un nuevo modelo de parcelas de conservación desde la restauración, que se puede potenciar junto al mecanismo del derecho real de conservación
Devolvamos espacios a la naturaleza
Por esta razón, ante lo que pareciera ser una nueva catástrofe medioambiental, creo que también se abren oportunidades para la restauración desde iniciativas privadas, en una era donde se valore más al ecosistema natural sobre el paisajismo tradicional o a las actividades poco productivas en parcelas de agrado. Por lo tanto, invito a las personas amantes de la naturaleza que han invertido en predios a que tomemos acción y devolvamos espacios a la naturaleza.
Restaurar para conservar
Y así es como llegué a la restauración ecológica. No creo que debamos juzgar a nuestros antepasados, cada generación hacía lo que hacía para sobrevivir. Así como no podemos juzgar al humano prehistórico que posiblemente depredó con la megafauna en la era del hielo para poder comer. No obstante, creo que hemos llegado a una época en la que nuestro conocimiento y nuestras capacidades son tales que podemos, y debemos reparar el daño que está hecho. No solamente por una cuestión ética con la naturaleza sino también por supervivencia. El único sumidero neto de carbono es el que generado por la biomasa incorporada en los suelos y, por lo tanto, la forma natural de afrontar el cambio climático. Es por esta razón que debemos generar nuevos espacios de conservación a partir de la restauración, ya que de esta forma estamos incorporando sumideros adicionales de carbono a los ya existentes, además de incontables servicios ecosistémicos.





